EL ESPÍRITU SANTO Y LA REVELACIÓN
¿De qué manera se asegura Dios de que su voluntad sea transmitida fielmente a los seres humanos caídos? Lo hace por medio de dos actividades importantes del Espíritu Santo, relacionadas entre sí: la revelación y la inspiración.
En el proceso de revelación, los seres humanos dependemos de la ayuda de Alguien fuera de nosotros mismos para que comprendamos cosas que, como seres creados, no podemos conocer por cuenta propia. Es decir, el Espíritu Santo nos enseña verdades que debemos escuchar de otro (ver, por ejemplo, Dan. 2:19-23 ( CB ) ); verdades que, de otra forma, nunca podríamos llegar a saber por medios naturales.
La revelación es un proceso en el que Dios se da a conocer al ser humano, junto con su divina voluntad. La idea básica asociada con la palabra revelación es la de desvelar (quitar el velo), o descubrir; un desvelamiento de algo que, de otro modo, permanecería oculto. Necesitamos una revelación como esa porque, como seres humanos caídos y finitos –separados de Dios por causa del pecado–, estamos grandemente limitados en lo que podemos aprender por nuestra cuenta. Dependemos de Dios para conocer su voluntad. Por lo tanto, dependemos de la revelación de Dios pues no somos Dios y tenemos solo un conocimiento natural muy limitado de él.
Lee 2 Pedro 1:19 al 21 ( CB ) . ¿Qué nos dice esto acerca del origen del mensaje bíblico profético? ¿Y acerca del origen divino del mensaje bíblico sobre la autoridad de la Biblia?
Según el apóstol Pedro, el mensaje profético del Antiguo Testamento no es de origen humano. Los profetas fueron movidos por el Espíritu Santo de tal manera que el contenido de su mensaje provino de Dios. Estos hombres no crearon el mensaje por cuenta propia. Fueron meramente recipientes del mensaje, no sus originadores. Pedro fue muy intencional al enfatizar la inspiración del Espíritu como fuente de las profecías: aunque escritas por hombres, “nunca la profecía fue traída por voluntad humana” (2 Ped. 1:21). Y es este origen divino el que da a la Biblia su autoridad última sobre nuestra vida.
Dios utilizó a seres humanos para proclamar su Palabra al mundo. ¿De qué manera podemos nosotros ser utilizados por el Espíritu Santo para hacer algo similar hoy; no para escribir las Escrituras, sino en la proclamación de lo que ya ha sido escrito?
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