EN BÚSQUEDA DE LA SANTIDAD
Lee Salmo 15:1 y 2 ( CB ) ; Efesios 4:22 al 24 ( CB ) ; y 2 Timoteo 2:21 ( CB ) . ¿Qué nos enseñan estos versículos acerca de la santidad?
La santidad es la precondición para disfrutar de la felicidad del compañerismo con Dios. Es la precondición de nuestra utilidad para Dios. Conocemos la veracidad del dicho: “Siembra una acción, y cosecharás un hábito; siembra un hábito, y cosecharás un carácter”. Y, podríamos agregar, “el carácter es el destino”. Lo único que llevaremos al cielo con nosotros será el carácter.
No obstante, desarrollar nuevos hábitos y un nuevo carácter no se logra por medio de la autosantificación ni por un esfuerzo propio. La formación de hábitos es el modo normal en que el Espíritu nos guía hacia la santidad. Los hábitos son importantes en nuestro caminar cristiano, especialmente aquellos que crecen en conexión con virtudes bíblicas tales como paciencia, amor, fidelidad, bondad, benignidad, amabilidad y dominio propio.
Cuando el Espíritu Santo ha llenado nuestro corazón, sin duda prestaremos un servicio activo para Dios. Pero, demasiado a menudo, nos olvidamos que es Dios quien nos santifica y quien terminará en nosotros la buena obra que él comenzó (Fil. 1:6). A veces, estamos tan ocupados haciendo toda clase de cosas para Dios que nos olvidamos de disfrutar nuestro tiempo con él en oración. Cuando estamos demasiado ocupados para orar, en realidad estamos demasiado ocupados para ser cristianos.
Quizá nuestros conocimiento y éxito nos han llevado a depender tanto de nosotros mismos y confiar tanto en nosotros que damos por sentado nuestras habilidades y planes; y de esa manera nos olvidamos que sin Cristo y sin el Espíritu Santo no podemos lograr nada.
El activismo no es santidad. Habrá personas que pensarán que han hecho grandes cosas para el Señor y, sin embargo, en realidad no lo estaban siguiendo a él en absoluto. “Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?” (Mat. 7:22, 23). Hay una enorme diferencia entre ser llamados por Dios y, simplemente, actuar por cuenta propia. Si no hemos tomado primeramente el tiempo a solas para escuchar el llamado de Dios, corremos el riesgo de actuar por cuenta propia, sea lo que fuere que hagamos. Pero no habrá fuerza, ni poder, ni paz, y no habrá una bendición duradera asociada con nuestros esfuerzos, si estos no surgen a raíz de un llamado divino. Nuestra mayor necesidad en el ámbito de la santidad es pasar tiempo de calidad con Dios cuando escuchamos su voz y recibir nuevas fuerzas de su Palabra al ser guiados por el Espíritu Santo.
Esto otorgará credibilidad única y poder convincente a la tarea que emprendamos.