EL VERDADERO SENTIDO DE PROPIEDAD
Pertenecemos a Dios tanto por creación como por redención. Y no solo nosotros pertenecemos a Dios, sino que todas nuestras posesiones también le pertenecen. Nosotros, por nosotros mismos, no poseemos nada más que nuestras propias decisiones.
Un elemento central de la mundanalidad, en contraste, es la idea de que somos dueños de nuestras posesiones. Sin embargo, esto es un engaño. Cuando los cristianos pensamos que somos los dueños absolutos de nuestras posesiones, creemos algo contrario a lo que enseña la Palabra de Dios.
Dios, no nosotros, es el dueño de todo (Job 38:4-11). Nosotros somos meramente forasteros y arrendatarios (Lev. 25:23), así como los israelitas vivían en la Tierra Prometida. Incluso dependemos de Dios para nuestra próxima respiración (Hech. 17:25). Él es el dueño de lo que creemos que es nuestro. No somos más que sus mayordomos y, como tales, debemos administrar las posesiones tangibles e incluso las intangibles para la gloria de Dios.
Enumera, según los siguientes versículos, las cosas que Dios posee. Sal. 50:10 ( CB ) ; 104:16 ( CB ) Deut. 10:14 ( CB ) ; Eze. 18:4 ( CB ) ; Hag. 2:8 ( CB ) ; 1 Cor. 6:19, 20 ( CB ) .
¿Qué nos dicen estos textos sobre cómo deberíamos considerar las cosas materiales que tenemos en nuestro poder?
“Todas las cosas pertenecen a Dios. Los hombres pueden ignorar sus derechos. Mientras él derrama abundantemente sus bendiciones sobre ellos, pueden utilizar sus dones para su propia gratificación egoísta; pero serán llamados a rendir cuentas de su mayordomía” (TI 9:198).
El hecho de que Dios sea el dueño y nosotros seamos los mayordomos exige una relación en la que él pueda usarnos en la preparación para el cielo, y para beneficio y bendición de los demás. Pero los mayordomos infieles pueden restringir el acceso del Propietario a sus posesiones. Como vimos ayer, Dios no fuerza su voluntad sobre nosotros. Él nos creó y nos dio posesiones en este mundo para que las administremos para él hasta que regrese. Lo que hacemos con ellas refleja el tipo de relación que tenemos con él.
Piensa detenidamente en lo que significa el hecho de que, en realidad, no eres dueño de ninguna de las cosas que posees, sino que le pertenecen a Dios. ¿Qué debería decirte esto acerca del modo en que tienes que relacionarte con tus posesiones?