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Lección de Escuela Sabática
HÁBITO: ESPERAR EL REGRESO DE JESÚS
Lee Lucas 12:35 al 48 ( CB ) . ¿Qué nos enseña esta parábola acerca de cómo debemos identificarnos con la segunda venida de Jesús? ¿Por qué todo lo que hacemos siempre estará en el contexto de la realidad de la segunda venida?
La mayordomía habitualmente debiera practicarse en función del regreso de Jesús. El carácter de los mayordomos infieles que actúan como si fuesen fieles finalmente se mostrará en sus acciones; porque los mayordomos verdaderos y fieles cumplen con sus responsabilidades al velar y trabajar como si el patrón estuviese presente. Viven para el futuro y trabajan fielmente día a día. “Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo” (Fil. 3:20).
Abraham esperaba una ciudad eterna (Heb. 11:10) y Pablo esperaba el regreso de Cristo (Heb. 10:25). Eran pensadores de vanguardia que anticipaban, planificaban, estaban listos al instante para encontrarse con Jesús. Nosotros también debemos desarrollar este hábito de mirar a la distancia con la mirada puesta en el punto culminante del evangelio (Tito 2:13). En lugar de mirar de tanto en tanto o echar un vistazo esporádico a las profecías, continuamente necesitamos mirar, velar y hacer, siempre conscientes de la eternidad que nos espera cuando Cristo regrese. Al mismo tiempo, debemos evitar las especulaciones descabelladas y fantasiosas acerca de los acontecimientos del tiempo del fin. La promesa de la segunda venida le da sentido a nuestra vida, provee una perspectiva correcta al presente y nos ayuda a recordar qué es lo importante en la vida. El hábito de esperar el regreso de Jesús le da definición y propósito al mayordomo.
La cruz ha allanado el camino para que tengamos un encuentro con el Redentor. Buscamos señales en la Escritura que nos revelen la venida de Cristo en la gloria del Padre y de los ángeles (Mar. 8:38). “Así que no nos fijamos en lo visible, sino en lo invisible, ya que lo que se ve es pasajero, mientras que lo que no se ve es eterno” (2 Cor. 4:18, NVI).
Sí, la muerte, y la constante realidad de la muerte, siempre debiera ayudarnos a ser conscientes de lo limitado y transitorio que es nuestro tiempo aquí. Pero la promesa de la segunda venida también nos muestra que la muerte en sí es temporal y transitoria. No es de extrañar, entonces, que debamos vivir en función de la promesa del regreso de Cristo, una promesa que debería afectar el modo de vida de cada mayordomo cristiano. Acostumbrémonos ahora a vivir siempre con la esperanza del regreso de Cristo. Nuestro nombre revela la realidad de esa expectativa.