DIOS, EL SOBERANO DADOR DE LOS DONES ESPIRITUALES
No somos nosotros los que decidimos qué dones tener. La palabra griega para los dones del Espíritu es charismata; son dones de gracia, distribuidos y dados por Dios mismo. No los obtenemos por nuestro estatus, nuestra posición, nuestro honor, nuestra educación o nuestro desempeño espiritual. Son dones dados libremente por amor, a fin de que podamos cumplir la tarea que Dios nos ha asignado.
Lee Efesios 4:7 ( CB ) . A menudo pensamos que el Espíritu Santo es el que otorga los dones espirituales. Sin embargo, el apóstol Pablo también conecta a Jesucristo con su distribución. ¿De qué manera está involucrado Jesús?
Pablo dice que la gracia de Cristo se aseguró el derecho de entregarnos dones.
Pero es el Espíritu Santo el que los distribuye a los miembros de la iglesia. Aquellos que han aceptado a Jesucristo como su Salvador personal y creen en él serán equipados por el Espíritu Santo con dones espirituales “como él quiere” (1 Cor. 12:11). La distribución de los dones es decisión soberana de Dios.
Una habilidad innata, por sí sola, no es un don espiritual. Los dones espirituales no son lo mismo que los talentos naturales que una persona puede haber desarrollado por medio de educación intensa. Muchos no cristianos son bendecidos con talentos providenciales. Aunque toda cosa buena y todo don perfecto, básicamente, provienen de Dios (Sant. 1:17), él ha decidido equipar a sus creyentes con dones especiales a fin de bendecir la vida de otros cristianos y de edificar a su iglesia. Dios también puede utilizar un talento natural con ese propósito cuando la persona reconoce que aun ese talento, en última instancia, proviene de Dios, y luego, con oración y sumisión, dedica ese talento a la obra de Dios.
¿Qué dice Pablo a sus lectores, en 1 Corintios 12:14 al 31 ( CB ) , acerca de la distribución de los dones? ¿Por qué esta perspectiva es tan importante para entender el modo en que funcionan los dones espirituales en la iglesia?
El Espíritu Santo es el que distribuye los dones según su sabiduría y voluntad.
Debido a que nos ama y sabe mejor que nadie cómo podemos servirlo eficientemente, no necesitamos ser envidiosos de otros y de sus dones. Envidiar dones ajenos es una señal de ingratitud hacia Dios y de que dudamos de su sabiduría.
¿Qué dones ha otorgado Dios a los miembros de tu iglesia? ¿Qué mensaje puedes obtener del hecho de que diferentes personas tienen distintos dones?