PARA ESTUDIAR Y MEDITAR:
Lee El conflicto de los siglos, pp. 501-506, 579-587.
Algunos se preguntan: “¿Por qué no vemos hoy los mismos tipos de milagros que se veían en los tiempos bíblicos, tales como curaciones milagrosas?” En primer lugar, sí escuchamos historias de milagros. Y, ciertamente, algunas personas los han visto con sus propios ojos. En segundo lugar, cuando leemos la Biblia, nos da la impresión de que los milagros ocurrían de forma constante. Pero nos parece así solamente porque el Espíritu Santo inspiró a los autores bíblicos a escribir acerca de eventos que eran cruciales en el establecimiento de la iglesia primitiva, y estos eventos a menudo incluían milagros. Podríamos imaginarnos que, en la mayoría de los casos y la mayor parte del tiempo, las cosas en aquel entonces eran igual que ahora: las personas aprendían de la Palabra de Dios y, luego, respondían al Espíritu Santo. Por último, Elena de White escribió: “La forma en que Cristo obró consistió en predicar la Palabra y en aliviar los sufrimientos mediante obras milagrosas de curación. Pero se me ha dicho que hoy no podemos obrar en la misma forma, porque Satanás ejercerá su poder realizando milagros. Los siervos de Dios de hoy no podrían obrar mediante milagros, porque se realizarán obras espurias de curación que se harán pasar por divinas. Por esta razón, el Señor ha designado un método mediante el cual su pueblo debe llevar a cabo la obra del sanamiento físico, combinándolo con la enseñanza de la Palabra. Deben establecerse sanatorios y, con estas instituciones, deben relacionarse obreros capaces de llevar a cabo una obra médica misionera genuina. Así se rodeará con una influencia protectora a aquellos que acudan a los sanatorios en busca de tratamiento” (MS 2:62).
PREGUNTAS PARA DIALOGAR:
1. ¿Cuál es la diferencia entre el fruto del Espíritu y los dones del Espíritu?
2. ¿De qué manera la comprensión de que los dones son otorgados por un Dios amante y sabio puede ayudarnos a apreciar los diversos dones en nuestra iglesia?
3. ¿Por qué las señales y las sanaciones milagrosas no son en sí mismas una guía segura para determinar su verdad? ¿Qué necesitamos junto con ellas?
4. “Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno” ( Rom. 12:3 ( CB ) ). ¿Qué amonestación crucial se nos da aquí? ¿Cuán “alto” debería ser el concepto que tenemos de nosotros mismos?
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